Si echamos un vistazo a lo que pasa a nuestro alrededor, a lo que los y las jóvenes hacen y cómo lo hacen, seguramente llegaremos a varias conclusiones. La primera podría ser, simplemente, eso de “que mayores somos”. Aunque la mayoría de las veces no es más que una excusa para justificar, o nuestro desinterés o nuestro simple desconocimiento de lo que ocurre a nuestro alrededor y sobre todo, de la velocidad a la que ocurre.
Que estamos inmersos en un cambio
de época es algo evidente. Nuestra forma de relacionarnos ha
cambiado, nos comunicamos de otra manera, los grupos y comunidades
sociales se han transformado de forma sustancial en casi todas las
franjas de edad, pero sobre todo en las generaciones de jóvenes
nacidos y formados en el ojo de ese huracán que es internet.
Belén Barreiro, socióloga y ex
directora de CIS, ha planteado una propuesta sumamente interesante de
estructuración social al hilo de un acertado análisis de la
realidad s pre y post crisis, aunque la vedad, cuando hablamos
de post crisis creo que nos referimos más a un deseo que a una
realidad por mucho que los datos macro económicos sean positivos.
Concretando. La conclusión de Belén Barreiro es que la crisis ha
tenido un producto social en forma de analógicos y digitales, con
una adscripción social en función de las variables de renta y
ocupación, pero sobre todo , de estabilidad. Parámetros como la
formación y cualificación han pasado a ser secundarios,
fundamentalmente para la generación de jóvenes digitales que ven
como su alta formación no les asegura un puesto en el ascensor
social. Pero no pretendo plantear un debate sobre las clases sociales
pre o post crisis; ni siquiera un debate sobre digitales acomodados,
precarios, analógicos acomodados o precarios, pues sería demasiado
dados mis humildes conocimientos, además de complejo, aunque
sumamente interesante para buscar explicación, por ejemplo, a las
preferencias políticas tan volátiles y cambiantes frente a la
solidez de los anclajes a los que estábamos acostumbrados hace un par
de generaciones.
El objetivo de mi reflexión
personal es la evidente apatía de la administración que, teniendo
nuevas herramientas para interactuar, relacionarse y atender a las
necesidades y demandas ciudadanas, prefiere vivir de espaldas a ésta
. Pero lo más sorprendente, en mi opinión, es que ni a las
generaciones digitales ni a las analógicas les presta la atención, ni personal
ni administrativa que sería no solo deseable, sino exigible. Y ésta actitud (máxime viniendo de una
corporación joven) se ve con claridad si nos paramos a examinar no
solo la estrategia institucional en la red, sino la de los partidos
políticos con representación.
Me he permitido analizar durante un cierto período de tiempo los diferentes perfile digitales institucionales e incluso personales de algunos de los representantes políticos, llegando a la conclusión de que el nuevo “martillo” que la revolución tecnológica ha puesto en sus manos lo usan para seguir clavando clavos de la misma manera.
Me he permitido analizar durante un cierto período de tiempo los diferentes perfile digitales institucionales e incluso personales de algunos de los representantes políticos, llegando a la conclusión de que el nuevo “martillo” que la revolución tecnológica ha puesto en sus manos lo usan para seguir clavando clavos de la misma manera.
Quizá la conclusión más
relevante a la que personalmente he llegado es que pese a la
presencia a través de nuevas plataformas de comunicación e
interactuación, las instituciones políticas siguen ancladas en la
web 1.0: genera contenidos a través de páginas estáticas, con una
actualización tardía y poco eficaz a través de estrategias
direccionales y no colaborativas. Podríamos decir que esta actitud
es a internet, lo que fue la revolución de la Administración
Pública Tradicional a la discrecional y antigua administración.
Si por algo se caracteriza la época
en la que vivimos ( web 2.0) es por priorizar la inteligencia
colectiva (el intercambio de conocimientos) ya que los usuarios no
solo leen, sino que también publican, por la existencia de las redes
sociales donde compartir y colaborar, donde el usuario es el
protagonista, gracias a los avances en los dispositivos a través de
los que se conecta ( smartfone, tabletas, tv, etc). Algunas
instituciones sociales privadas si se han adaptado a ésta nueva
realidad, favoreciendo una relación directa y personal con sus
clientes, facilitando y agilizando trámites que no hace mucho tiempo
requerían mucho tiempo y esfuerzo, algo que, pese a la emergencia de
una sociedad más exigente e inteligente, la institución pública y
los partidos parecen dar la espalda.
Las instituciones ( administración
y partidos) parecen seguir manteniendo esa especie de cartel de
“acceso restringido”, limitando la democracia a una
representación indirecta e impersonal, pese a los discursos
retóricos que la niegan.
La democracia, e internet ya forma
parte de ella, es construir una realidad capaz de incorporar a todos:
cada cual desde lo que es. No se puede seguir instalado en pautas más
propias del industrialismo donde a cada lugar correspondía una
persona y a cada persona su lugar. Hoy es todo más fluido, con
parámetros diferentes, con espacios y situaciones diferentes, por lo
que las respuestas tradicionales ya no se presentan como útiles.
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