jueves, 19 de abril de 2018

UNA (HUMILDE) APROXIMACIÓN A LA ADMINISTRACIÓN PÚBLICA y II



LA NUEVA GESTION PUBLICA
Esta nueva gestión pública de una forma un tanto esquemática, pretenderá, frente a la rigidez de la Administración Tradicional, personalizar la prestación de los servicios a las demandas , introduciendo Incluso el término de clientes frete al de ciudadanos. Por lo tanto se presenta como un paradigma de gestión alternativo al de la administración weberiana. Esta nueva gestión pública se inspira de una forma muy notable tanto en las técnicas de gestión empresarial como en la imitación de las dinámicas del mercado. En este sentido también hay que destacar los dos grandes pilares sobre los que se sustenta esta nueva gestión pública. En primer lugar desde el ámbito del mercado; desde los que consideran que el mercado es un asignador eficiente de recursos, se afirma que el principal problema de la Administración Pública es que no dispone de un adecuado sistema de incentivos, es decir, que cuando alguien hace las cosas bien, esto no genera ninguna recompensa y que por la misma razón, cuando alguien hace las cosas mal esto tampoco genera ningún castigo,de manera que al no existir un sistema adecuado de incentivos que fomenten el esfuerzo y la capacidad de mejorar, pues la administración ha tendido a irse, relajando. Este sistema de incentivos es el que nos proporciona el mercado.
En alguna literatura para referirse a esta idea, y observar los diferentes mecanismos que intentan hacerla operativa, se ha utilizado un término políticamente poco correcto pero muy visual, e intuitivo, que es el primer pilar de la nueva gestión pública que conocemos que es el de “macho managemen”. Este término significa que debemos introducir en la Administración Pública presiones para que los operarios de esta administración pública se vean forzados a demostrar lo que valen; a sudar la camiseta; a esforzarse; a comportarse siguiendo este término tan políticamente incorrecto como es el “macho maagemen”: que demuestran cada día lo que valen en su quehacer. Podría decirse que, siguiendo en esta metáfora políticamente incorrecta: lo mismo que harían los ejecutivos, los empresarios, que deben esforzarse cada día en la lucha del mercado para sobrevivir. Bajo esta etiqueta del “macho management” hay una amplia variedad de herramientas que se han desplegado durante los años 80 y 90 sobre todo, la externalización competitiva de servicios, la gerencialización de la Administración Pública, la aparición de nuevos contratos, la aparición de herramientas como la división de roles entre el cliente y el comprador de servicios públicos, el poner precios a los servicios y establecer estableciendo relaciones mercantiles,etc. En definitiva toda una serie de mecanismos
que tienen siempre como base dos ideas clave: fijar un objetivo, evaluar hasta qué punto lo hemos conseguido y premiar o castigar en función de hasta qué punto se ha logrado satisfacer este objetivo. Esta cuestión, sin entrar a fondo, ahora nos lleva a toda una discusión sobre, hasta qué punto la administración es capaz de fijar con precisión sus objetivos y hasta qué punto esos objetivos también somos capaces de medirse con exactitud, porque sin estas dos características toda la lógica del “macho management” tiene problemas operativos.
En todo caso este ha sido el primer pilar sobre el que se ha sustentado la nueva gestión pública. El segundo es otro pilar que genera algunas contradicciones sobre el primero, porque mientras que el “macho management” pone el énfasis en la competencia, el segundo viral que hemos llamado “soft management”, es un concepto sobre que prioriza sobre todo la colaboración.
Es un concepto de inspiración empresarial basado en lo que conocemos como el de la excelencia en el mundo empresarial y que cuya idea básica es, si en una organización, sea pública, sea privada, compartimos valores, compartimos objetivos entre las diferentes partes de esta organización ;nos ayudamos mutuamente, colaboramos los unos con los otros y de como este entorno puede generar una mayor deficiencia en la prestación de los servicios.
En realidad, quizá la forma más sintética de resumir los contenidos propositivos del soft management es pasar de organizaciones que priman sobre todo la gestión de la jerarquía y de los procedimientos, a organizaciones que priman sobre todo la gestión de factores intangibles, factores soft como son los valores y las personas. Es necesario señalar, que al poner el acento en los valores se desarrolla toda una serie de instrumentos vinculados a la dirección estratégica, a los mecanismos de control de los recursos humanos a través de valores etc. Y que al poner el acento en el ámbito de las personas se desarrollan también toda una serie de instrumentos vinculados a la calidad en la prestación de los servicios, a los círculos de calidad que siguen a los productos, etc. Por lo tanto, tanto el macho management como el soft management se despliegan con una serie de instrumentos concretos que han protagonizado la modernización de la gestión pública en los años 80 o 90. ¿Con qué resultados? . No me extenderé en un análisis detallado de los mismos, pero sí que quizá se puedan decir algunas cosas, que nos situarían en el tercer escenario.
Los resultados de la nueva gestión pública pueden haber sido ambivalentes: pueden haber sido positivos en un aspecto y negativos en otro. El aspecto positivo, y sería absurdo no reconocerlo, es que algunas de las medidas de la nueva gestión pública han mejorado la eficiencia en la prestación de los servicios. Hay muchos servicios que con todas estas nuevas técnicas han mejorado en la agilidad. Hemos desburocratizado algunas organizaciones, hemos ganado flexibilidad en otras, y por lo tanto buena parte de los servicios públicos han aumentado en su eficiencia. Ahora, hay que fijarse que, simultáneamente a ese aumento de la eficiencia en algunos servicios públicos ha sido compatible con el mantenimiento e incluso el aumento del descrédito de aquello que hace la política y la Administración Pública.
Es compatible hacer una evaluación del rendimiento de un servicio y observar su mejora, con que la población siga descontenta con la capacidad de la Administración Pública de resolver sus problemas. Para hacerlo de una forma esquemática solemos decir que la nueva gestión pública ha mejorado la prestación de los servicios en términos eficientistas pero no ha mejorado
el contenido de las políticas públicas. Aquello que hace la administración puede hacerlo mejor, pero a lo mejor no es lo adecuado. De manera que algunos dirían que el reto; lo que nos obligaría a superar el paradigma de la nueva gestión pública no es tanto el de mejorar la eficiencia sino de mejorar la inteligencia de aquello que hacemos. No se trata tanto de desarrollar adecuadamente una actividad sino cómo se toma las decisiones. Y esta cuestión nos lleva al tercer paradigma: la Administración Pública relacional, la Administración Pública deliberativa, en la cual la principal preocupación no sería tanto cómo mejoramos la eficiencia en la prestación de los servicios sino cómo mejoramos el contenido de las políticas pública: cómo dotamos a la Administración Pública de la suficiente inteligencia no solo para hacer las cosa bien sino para decir qué es lo que hace y qué no,de forma adecuada.

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