domingo, 4 de febrero de 2018

LA INDIFERENCIA, PRIMER PASO DE LA RESIGNACIÓN.

El "no nos representan" fue un eslogan, un grito de una ciudadanía desesperada que sufría ( ¿sufría?) las consecuencias de una cruel crisis económica y financiera pero, ¿donde ha quedado ese grito?. El sistema, cimentando su posición hegemónica sobre la construcción de un "sentido común" basado en la primacía de la responsabilidad individual ha conseguido que los movimientos ciudadanos que monopolizaron las protestas sociales a partir de 2011 pasen prácticamente a la irrelevancia. Y todo ello, sin que las organizaciones tradicionales hayan integrado de forma sustancial las reclamaciones sociales más que de forma, o simbólica o meramente instrumental.
El panorama es desalentador, a la vista del silencio de la sociedad. Un silencio que se ha sumado a ese perverso término de "mayoría silenciosa" ( franquismo sociológico) que tanta tranquilidad proporciona a las estructuras de poder.
El término sentido común es utilizado como sustituto de razonable y lógico. En contraposición coincido con el geógrafo David Harvey que afirma : "Para que algún sistema de pensamiento llegue a ser dominante, requiere la articulación de conceptos fundamentales que se arraiguen tan profundamente en entendimientos de sentido común que lleguen a ser tomados por dados e indiscutibles". Es cierto que en los municipios pequeños o medianos como el nuestro, la expresión de la desafección con la política no alcanzó los niveles que en las grandes ciudades. No obstante, si ese descontento si se agregó en las urnas, multiplicando la representación y propiciando un cambio político, al menos en las estructuras del poder. De ahí que el silencio social tampoco sea un hecho a resaltar.
Tras dos años y medio de legislatura, las voces de descontento y discrepancia son puntuales y se centra en colectivos muy determinados, algo que no parece preocupar demasiado al gobierno municipal. Parece que exista una cierta confianza en que esa "mayoría silenciosa" volverá a darles la oportunidad de gobernar, pese a la, digamos, irrelevante legislatura que hasta ahora hemos tenido. Las premisas discursivas sobre las que se cimentó el cambio no se han concretado en políticas. Es cierto que los equilibrios y desequilibrios de las mayorías han situado las políticas públicas en meros hechos puntuales, importantes, pero puntuales. La debilidad del gobierno no parece ser excusa suficiente para que las propuestas con las que los diferentes partidos se presentaron a las elecciones se hayan concretado en iniciativas institucionales. Por hablar de algo en concreto, podríamos referirnos al Presupuesto, o a la resolución o amortiguación de los distintos litigios en los que se haya inmersa la institución municipal que condicionarán el futuro local, como mínimo a medio plazo. Pero ahora la cuestión es, dada la proximidad de las elecciones, analizar si las diferentes organizaciones podrán presentarse ante la ciudadanía defendiendo su gestión política y con qué propuestas pedirán el apoyo de una sociedad local inmersa en la indiferencia.
Sobre la cuestión de la representación ( pido perdón, pero es una cuestión en mi opinión relevante en un sistema democrático representativo) el multipartidismo que ha protagonizado el gobierno supone algunos problemas pese a no descalificarlo como alternativa al bipartidismo o al monopartidismo que se dió durante más de veinte años. Cuando son bastante los partidos que compiten por la representación, castigar a las formaciones políticas con la oposición es más complicado: la ciudadanía pierde parte de su capacidad para asignar responsabilidades de forma clara. Y en éste contexto ( el de multipartidismo) los dirigentes políticos ganan espacio y capacidad de maniobra, en su caso, para seguir en el poder pese a que los posibles resultados hayan sido negativos. En mi opinión, uno de los déficits de la presente legislatura y que, con toda seguridad jugará un papel en la determinación de la decisión de la ciudadanía es la falta de explicación. El gobierno no ha podido o no ha sabido explicar porque se han hecho o por que no determinadas cuestiones: no hay política sin comunicación. Y la publicidad no es suficiente.
Otra cuestión a valorar será si el gobierno ha sido capaz de recoger las demandas ciudadanas, aunque ésta cuestión es más compleja dado el silencio social o la confrontación abierta con los colectivos vecinales sobre asuntos que vienen de lejos.

La cuestión sobre la que tendríamos que reflexionar, no es sólo si las protestas exigiendo más y mejor democracia, sino si la política ha recibido el mensaje o no, y si están a la altura de lo que la sociedad, aunque no de forma explícita, exigió y sigue pidiendo.

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