El sentido común, ese conjunto de
normas y costumbres que interiorizamos como "lo normal" o
lo habitual, nos lleva a poner en un mismo plano la ética y a moral
como algo sinónimo. Y, pese a la relación que existe, deberíamos
no confundir los conceptos, tanto desde un punto de vista conceptual
como epistemológico.
La ética es una rama de la filosofía
que estudia, sistematizando, los conceptos del bien y el mal y otros
relacionados. Definir, de forma racional qué constituye un acto
virtuoso independientemente de la cultura en el que se produzca. La
ética es prescriptiva con respecto a los patrones de conducta que
deben seguir las personas.
La ética tiene mucho que ver con la
Grecia de Platón y Aristóteles, los estoicos y los epicúros, pero
la concepción que ha llegado a nuestros días tiene más de
Descartes, Hume o Kant.
La moral tiene más que ver con la
funcionalidad de una sociedad, donde las normas, su conformidad de
forma tácita o explícita. La moral surgió como una consecuencia
natural de la organización de los seres humanos en grupos. Al
complejizarse las sociedades, las normas de interacción que las
estructuraban se fueron transformando progresivamente en reglas
morales y en leyes explícitas, especialmente con la aparición de la
escritura. Las religiones ( en plural) han tenido una gran
relevancia histórica en el establecimiento de los códigos morales:
el catolicismo,con sus movimientos reformistas en el centro y norte
de Europa, el judaismo o el Corán han establecido su propia escala
moral como norma unificadora de conductas funcionales.
Pero volvamos a la diferencia entre
ética y moral. La ética es normativa: intenta definir los
comportamientos correctos y no sólo los aceptados por una sociedad
dada. Y en ésta diferencia, encontramos un valor clave:
comportamiento correcto. Moralmente, a nadie le "chirría"
que un político tome una decisión si ésta tiene que ver con algo
pre establecido de antemano; si es una continuación incremental de
lo que se venía haciendo. Pero si la decisión contradice ese
"sentido común", las alarmas "morales" saltan:
palabras como injusto, arbitrario, etc, suenan como argumento contra
esa decisión. Pongamos un ejemplo.
Moralmente puede ser aceptable que en
la administración se realicen horas extras pero, ¿si éstas se
realizan al día siguiente de haber despedido a unos trabajadores por
"falta de carga de trabajo", es ética ésta decisión?.
Si. todo el preambulo venía a cuento
de una decisión que, aunque moralmente explicable; aunque funcional
para una parte, es éticamente cuestionable. Y surge una segunda
cuestión: ¿es compatible este funcionamiento ético con un discurso
casi "revolucionario"?. Son preguntas a las que yo,
evidentemente solo puedo dar una respuesta, aunque seguramente otros
darán su versión. Mi respuesta es NO. Rotundamente no.
Por lo tanto, moralmente, puede que lo práctico sea aceptar
que esas horas extras se realicen, pues alguien lo tiene que hacer ya
que son tareas necesarias, aunque éticamente sea reprobable. Y ahí
se ubica mi conflicto personal: los intereses legítimos frente a la
solidaridad; las necesidades inmediatas frente a lo justo, las horas
extras frente al reparto del empleo.No me considero moralmente ni mejor ni peor que otros, pero si creo que éticamente hay diferencias claras entre lo que considero como aceptable y lo inaceptable. Y en el caso planteado me parece inaceptable e injustificable pues pese a los argumentos que puedan usarse para explicarlo, unas siglas no son más que una carcasa si no están rellenas de principios.
Por último la enésima contradicción: ¿es ético defender o justificar la inacción ante una situación como la descrita, bajo el argumento de "no ir contra los trabajadores"?. Moralmente puede ser, pero difícilmente puede justificarse desde un punto de vista ético, pues los que se reclaman ( nos reclamamos) de izquierdas, creemos en unos valores y principios absoluta y radicalmente contrapuestos a una practica que, pese a que pueda ser considerada "normal", no lo es en absoluto. Pero claro, todo está en función de las prioridades, valores y principios que inspiren los actos privados y públicos de cada cual.
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