La
bisoñez de de una formación política que fue capaz de recoger una
gran parte del descontento de una ciudadanía harta de élites, ha
dejado paso a la madurez de un partido de corte tradicional, con sus
contradicciones y sus paradojas, con sus debates y luchas por el
poder. La cuestión, como la lógica apunta, es saber como se
gestionará el resultado del debate.
Evidentemente,
la opción de los y las inscritos e inscritas en Podemos ha sido la
defendida por Pablo Iglesias. Los medios la han definido como
"radical" en un intento de sintetizar interesadamente el
resultado, pero en mi opinión la síntesis no es tan sencilla. Es
cierto que la opción del sector ganador de la asamblea general
coincide con una máxima que ha sido recurrente en Izquierda Unida:
movimiento político, sí, pero también social. Mantener la tensión
social y transferirla a las instituciones como supuesta voz de los
"olvidados" del sistema. Una síntesis que, pese a ser
coincidente con otros precedentes políticos, tampoco es tan sencilla
de desarrollar.
La
opción defendida por más de un treinta por ciento es la
trasversalidad. Y ésta parte de un análisis empírico de los datos
sociológicos: la sociedad se sitúa mayoritariamente en el centro
izquierda y no en la izquierda radical. Los inscritos e inscritas,
¿han optado por la radicalidad?. En mi opinión no está claro.
En
1979 el PSOE debatió en el 29 Congreso entre mantener los orígenes
marxistas u optar por la figura del lider carismático y lo que ésto
podía aportar al futuro electoral. No se tuvo en cuenta o al menos
no fue relevante en el debate asambleario lo que representaba, pero
si se valoró que la figura del líder moderno y conseguidor de votos
era importante, quedando la definición tradicional del partido en un
segundo plano. En el caso de Podemos ha sido a la inversa, de algún
modo: se ha optado por la figura del líder carismático pese a que
la línea que representa (políticamente) no sea la que puede
llevarles al poder aunque si a mantener una definición ideológica
clara y concreta frente al eclecticismo inicial. No olvidemos que la
mayoría de votantes e inscritos e inscritas provienen de la
izquierda y movimientos sociales anteriormente situados en posiciones
prácticamente testimoniales, pero no así los votantes, que
provienen de sectores de la izquierda tradicional.
Pero
la madurez de ésta formación política contrasta una contradicción
que, en mi opinión, trasciende el aspecto normativo que hasta ahora
había mantenido Podemos: la democracia. El interesante experimento
social de democracia participativa, donde muchos y muchas habían
encontrado un instrumento para recuperar la sustancia de un sistema
cuestionable. La estructura horizontal, donde cualquiera podía tomar
la palabra en el ágora, sin distinción ni discriminación por
pertenencia o procedencia ha sido sustituida por los tradicionales
órganos de dirección. La "deselitización" ( con la
"casta" como máxima) ha dejado paso a nuevas élites. Por
otro lado, la integración en el aparato burocrático institucional
ha supuesto otra paradoja: la capacidad de adaptación al medio.
Creo
que es difícil seguir viendo a la nueva organización de izquierdas
como algo novedoso, algo "fresco" y nuevo. Ya son parte de
la estructura, y como tal, allá donde se tienen responsabilidades,
se siguen dinámicas tradicionales tanto en lo institucional como en
lo político. Baste una mirada a esa capacidad de adaptación de las
representantes de éste partido en nuestro municipio.
En
el futuro, si la unidad estratégica con Izquierda Unida tiene
continuidad, podremos observar si el espacio político de Podemos se
consolida o simplemente se comprime, ocupando el espectro electoral
que sociologicamente parece corresponderle.
Respecto
al "sorpasso o sorpassos" que la nueva formación pueda
conseguir respecto a la izquierda tradicional ( el PSOE), todo
dependerá de la capacidad de reacción de una organización
actualmente enfrascada en un proceso de debate interno centrado en la
lucha por el poder de diferentes líderes que simbólicamente quieren
representar opciones políticas diferentes. No solo la propuesta
política será un elemento que incida en la recuperación de la
credibilidad perdida, sino una reforma profunda en cuanto al
reconocimiento de la nueva realidad y la ambición de, participando
activamente en esa realidad, reformarla desde una convicción no
instrumental de la democracia.
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