lunes, 13 de febrero de 2017

UN FUTURO INCIERTO.



La bisoñez de de una formación política que fue capaz de recoger una gran parte del descontento de una ciudadanía harta de élites, ha dejado paso a la madurez de un partido de corte tradicional, con sus contradicciones y sus paradojas, con sus debates y luchas por el poder. La cuestión, como la lógica apunta, es saber como se gestionará el resultado del debate.
Evidentemente, la opción de los y las inscritos e inscritas en Podemos ha sido la defendida por Pablo Iglesias. Los medios la han definido como "radical" en un intento de sintetizar interesadamente el resultado, pero en mi opinión la síntesis no es tan sencilla. Es cierto que la opción del sector ganador de la asamblea general coincide con una máxima que ha sido recurrente en Izquierda Unida: movimiento político, sí, pero también social. Mantener la tensión social y transferirla a las instituciones como supuesta voz de los "olvidados" del sistema. Una síntesis que, pese a ser coincidente con otros precedentes políticos, tampoco es tan sencilla de desarrollar.
La opción defendida por más de un treinta por ciento es la trasversalidad. Y ésta parte de un análisis empírico de los datos sociológicos: la sociedad se sitúa mayoritariamente en el centro izquierda y no en la izquierda radical. Los inscritos e inscritas, ¿han optado por la radicalidad?. En mi opinión no está claro.
En 1979 el PSOE debatió en el 29 Congreso entre mantener los orígenes marxistas u optar por la figura del lider carismático y lo que ésto podía aportar al futuro electoral. No se tuvo en cuenta o al menos no fue relevante en el debate asambleario lo que representaba, pero si se valoró que la figura del líder moderno y conseguidor de votos era importante, quedando la definición tradicional del partido en un segundo plano. En el caso de Podemos ha sido a la inversa, de algún modo: se ha optado por la figura del líder carismático pese a que la línea que representa (políticamente) no sea la que puede llevarles al poder aunque si a mantener una definición ideológica clara y concreta frente al eclecticismo inicial. No olvidemos que la mayoría de votantes e inscritos e inscritas provienen de la izquierda y movimientos sociales anteriormente situados en posiciones prácticamente testimoniales, pero no así los votantes, que provienen de sectores de la izquierda tradicional.
Pero la madurez de ésta formación política contrasta una contradicción que, en mi opinión, trasciende el aspecto normativo que hasta ahora había mantenido Podemos: la democracia. El interesante experimento social de democracia participativa, donde muchos y muchas habían encontrado un instrumento para recuperar la sustancia de un sistema cuestionable. La estructura horizontal, donde cualquiera podía tomar la palabra en el ágora, sin distinción ni discriminación por pertenencia o procedencia ha sido sustituida por los tradicionales órganos de dirección. La "deselitización" ( con la "casta" como máxima) ha dejado paso a nuevas élites. Por otro lado, la integración en el aparato burocrático institucional ha supuesto otra paradoja: la capacidad de adaptación al medio.
Creo que es difícil seguir viendo a la nueva organización de izquierdas como algo novedoso, algo "fresco" y nuevo. Ya son parte de la estructura, y como tal, allá donde se tienen responsabilidades, se siguen dinámicas tradicionales tanto en lo institucional como en lo político. Baste una mirada a esa capacidad de adaptación de las representantes de éste partido en nuestro municipio.
En el futuro, si la unidad estratégica con Izquierda Unida tiene continuidad, podremos observar si el espacio político de Podemos se consolida o simplemente se comprime, ocupando el espectro electoral que sociologicamente parece corresponderle.
Respecto al "sorpasso o sorpassos" que la nueva formación pueda conseguir respecto a la izquierda tradicional ( el PSOE), todo dependerá de la capacidad de reacción de una organización actualmente enfrascada en un proceso de debate interno centrado en la lucha por el poder de diferentes líderes que simbólicamente quieren representar opciones políticas diferentes. No solo la propuesta política será un elemento que incida en la recuperación de la credibilidad perdida, sino una reforma profunda en cuanto al reconocimiento de la nueva realidad y la ambición de, participando activamente en esa realidad, reformarla desde una convicción no instrumental de la democracia.




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