domingo, 31 de julio de 2016

DE BLOQUEOS AL GOBIERNO LOCAL



Eduardo Ruiz, persona a la que aprecio por su coherencia y firmeza en la defensa de sus ideas a la vez que sensatez para entender las del contrario, escribió un sentido texto de opinión sobre lo que aconteció en la última sesión Plenaria de nuestro Ayuntamiento. En sus argumentos, califica de bloqueo la actitud de la actual “nueva” mayoría municipal: la suma de PP,Cs e IU. Pero, estando de acuerdo en parte de sus argumentos sobre la necesidad de sacar adelante asuntos de interés, digamos, colectivo, creo que difiero sobre el empleo de la palabra “bloqueo”:habría que reflexionar sobre ella teniendo en cuenta, no solo los asuntos concretos, sino la causa de éste “bloqueo”.

Es evidente que la coincidencia contra el actual gobierno en minoría viene precedida por una serie de acontecimientos que no pueden obviarse y que condicionan la adopción de acuerdos. El primero, es el desencuentro entre IU y el resto de grupos municipales. Este desencuentro no tengo claro si fue motivo de diferencias políticas o de tácticas de partido e incluso personales, pero lo que si está claro es que sigue condicionando la gestión municipal. Otro desencuentro ha venido dado por la “apuesta” del gobierno contra la “unidad” entre Ciudadanos y el PP con argumentos que, uniendo la crítica programática a la personal, aleja cualquier posibilidad de encuentro ( o no).

En una colaboración publicada en algún medio de comunicación ,apelaba a la “cintura” para lograr consensos lo más amplios posibles sobre asuntos que afectan a una gran mayoría de vecinos y vecinas; no solo en la actualidad, sino en el futuro. Superar el cortoplacismo y esa especie de “táctica” de partido ( que en mi opinión no lo es en sí misma, sino que su componente es mayoritariamente personal: de estatus) para, poniendo sobre la mesa ( y no de forma puntual) asuntos que afectan sustancialmente al futuro de los vecinos y vecinas, llegar a acuerdos de mínimos. El bloqueo o la enmienda a la totalidad que por parte de los grupos de la “mayoría” se está realizando hacia el gobierno parte de desencuentros donde se antepone, o lo personal o lo partidario o lo partidario-personalizado en los cargos que ejercen la representación. Por lo tanto, yo no lo calificaría sólo de “bloqueo”, sino de situación enquistada.


La situación, a la vista de los acontecimientos solo puede ir a peor. Por lo tanto, la cuestión, o pasa por lo sustancial o lo insustancial se apoderará de la política empujando a todos a seguir instalados en una inercia determinada, y resulta evidente que las inercias distan muchos de ser dinámicas que favorezcan entendimientos y, por consiguiente, políticas.

Hablando de trasversalidad: ¿hablamos de los gobiernos?

Realmente no se si alguien o algunos y algunas están hablando (hablando en el sentido de reflexionar) del gobierno local. Del gobierno o mejor, del no gobierno del país, seguro que si. En diferentes foros privados y públicos se habla de la incapacidad de los representantes electos el 26j para conseguir uno de los objetivos de nuestro sistema democrático: formar gobierno.
Los que están en funciones, sacan pecho y apelan a criterios cuantitativos individuales, pero olvidan algo que, pese a ser enmendado en el recurrente discurso sobre el “gobierno del más votado”, no deja de ser una evidencia: nuestro sistema parlamentario no se basa en el más votado, sino en el que más apoyos parlamentarios concita en torno a un programa de gobierno. Esto, sencillo de entender hace unos años, gracias a las mayorías más o menos cómodas de las que gozaba el bipartidismo, ahora se torna complejo.
El resto de grupos políticos que han obtenido representación parlamentaria apela a su legítimo derecho a confrontar proyectos. Unos, desde una complicada situación al haber formado parte de ese viejo concepto de “bipartidismo”, y otros, porque investidos de una pureza nívea en lo político, vienen a enmendar el sistema, pero sin voluntad de “ensuciarse” con lo que el sistema en si conlleva. La situación es compleja, pero al tiempo, esa misma complejidad exige la puesta en valor de un concepto nuevo, que debería reivindicar la nueva política ( la que antepone su interés al más viejo estilo): la deliberación. O si se quiere, la negociación, aunque éste concepto apareje una cesión ante el adversario, al que lejos de considerar como tal, se le considera como enemigo irreconciliable. Y éste papel ( el de irreconciliable) nos conduce a un callejón dificilmente explicable, excepto para los muy “polítizados”, aunque yo diría “partidizados”.
Mi opinión podría no considerarse adecuada al ser o aparentar o ser considerado “partidizado”. Si, es cierto, pertenezco, por voluntad, convicción y emotividad a un partido político, lo que a ojos de algunos me excluye de cualquier opinión válida por independiente. Pero creo que, al margen de la pertenencia o no, considero que el tiempo de las hegemonías ha pasado y el del diálogo ha llegado para quedarse.
He firmado un manifiesto que, lejos de mi deseo, creo que expresa de forma sensata una realidad: lo posible y lo viable para avanzar en reformas que, por ejemplo, impida que vuelva a suceder lo que estamos sufriendo en el ámbito institucional. Creo que en el estado es necesario un acuerdo trasversal donde los nuevos y los que plantean alternativas a la derecha en funciones se pongan de acuerdo en unos mínimos que nos saquen del actual atolladero y nos devuelvan, en lo posible, una mínima confianza en la responsabilidad de nuestros representantes, más allá de los máximos que unos u otros desearíamos.
Y en el caso de lo local pasa algo parecido. Tras un ilusionante acuerdo que propició un gobierno absolutamente trasversal, los desencuentros han propiciado una casi esperpéntica situación: un gobierno en minoría, imposibilitado para avanzar en cambios sustanciales, más allá del intento de crear un relato, en mi opinión basado en gestos y emociones, pero no en políticas de calado y duraderas en el tiempo.
No se si lo local ocupa algo de tiempo en los debates o simplemente la costumbre y la inercia se ha apropiado de vecinos y vecinas que asisten, como decía, a esperpénticas situaciones donde los discursos maximalistas, la retórica política sustituye, como decía, a lo sustancial: las políticas. Sobre todo las duraderas; no las coyunturales, no el acto simbólico, no la foto, no el relato emotivo basado en sentimientos de pertenencia o rechazo. Las políticas que nos devuelva a la ilusión del 15 de mayo de 2015.
Personalmente creo que la responsabilidad debe volver a ser una actitud que supere las descalificaciones personales sacando de contexto posiciones o actitudes para, de alguna manera, menospreciar políticamente al adversario. Creo que, sin esperar nada de la derecha que ha gobernado durante más de dos décadas, sí se podría esperar más de ese partido de la “nueva derecha” al igual que el de esa “vieja izquierda”. La nueva derecha que vino a regenerar la vida pública debería superar esa especie de síndrome de Estocolmo que le hace ir de la mano de la derecha de “toda la vida”. Y la vieja izquierda, abandonando el maximalismo y poniendo los pies sobre la tierra, dejando de hablar de los problemas de la clase trabajadora, trabajar por esa clase con pequeñas pero grandes políticas.

Expreso, creo, algo más que deseos: realidades deseables para superar un enquistamiento en el que el beneficio no es para nadie y el perjuicio si lo es para muchos. Evidentemente, apelar a la responsabilidad no es un acto de ingenuidad sin más. Avanzar en el entendimiento requiere de un esfuerzo donde los objetivos se modulen, se adapten y se consensúen para beneficiar los cambios que, tanto la sociedad española como la Campellera, en mi opinión y en el de una mayoría de vecinos y vecinas el 15 de mayo de 2015, se expresó de forma clara en las urnas.

El “postureo” no es un recurso político: en todo caso electoral. Y no podemos vivir construyendo relatos mirando las elecciones olvidando las “revoluciones” cotidianas que son las que, en definitiva, construyen un futuro mejor, al menos para una mayoría de la sociedad.


Angel Sánchez Sánchez.

lunes, 18 de julio de 2016

Salir de bucle.

El 19 de julio se constituyen las Cortes Generales. Los resultados electorales siguen marcando la inercia marcada tras el 20D: fractura partidaria. Y hablo de fractura partidaria porque, a la vista de la lectura de los resultados, los partidos siguen enrocados en sus posiciones sin entender que quizá el mensaje ha sido el de pluralidad como entendimiento y no como enfrentamiento.

El ganador en votos y representantes ha sido el PP, pero ésto, en un sistema parlamentario no garantiza el derecho a gobernar (quizá en un sistema presidencialista si, con “cohabitación” incluida, claro). Los “perdedores” hipotéticamente tendrían en su mano concretar el discurso mantenido en dos campañas electorales: cambio. Y esa hipótesis se concretaría en un programa de gobierno trasversal que abordase los problemas sustanciales ( el pp basa su “oferta” en conceptos tan insustanciales como, por ejemplo, la unidad de España, la posición ante el terrorismo...etc, en la que, sustancialmente, todos están de acuerdo, sin entrar en las cuestiones de fondo que han provocado tanto sufrimiento), tanto en el terreno económico, como en el funcionamiento de las instituciones. Un acuerdo sobre regeneración del tejido productivo, recuperación de derechos, educación, sanidad y derechos sociales ( como pilar irrenunciable e inamovible del estado de bienestar que todos dicen defender), reforma del sistema electoral (para evitar que pueda suceder lo que ocurrió tras el 20D y sigue sucediendo tras el 26J), etc.

Reclamar el “derecho” de gobernar, “exigiendo” a otros lo que, en otros casos no ha puesto en práctica el partido que sustenta al gobierno provisional es una paradoja en nuestra democracia parlamentaria que debe ser explicado más allá de los argumentos emocionales.

Lo que no soportaría tampoco nuestro sufrido país, es un pacto de circunstancias revestido de cambio pero que finalmente se convierta en un mero reparto del poder. Y, como ejemplo, podríamos poner el caso de nuestro municipio, donde un acuerdo de investidura se ha convertido, a la vista de la incapacidad de los representantes de negociar acuerdos de mínimos; de la incapacidad de involucrar a la ciudadanía más allá de intentos emotivos de construir relatos irreales, en una institución difícilmente gestionable. Disponer de un proyecto, aunque su concreción sea difícil, permite gestionar el día a día con perspectiva, pero carecer de el, lo que propicia es la improvisación, aunque ésta se intente justificar presentando únicamente“relaciones” de actuaciones condicionadas por lo que antes se hizo y se sigue haciendo pese a los tintes ideológicos o personales.


Las urnas han exigido a sus representantes que el dialogo se convierta en paradigma y sustituya en gran parte a la extrategia de reproducción que los partidos han desarrollado y desarrollan: los “viejos” y los “nuevos”. Y para ello es necesario, en mi opinión, un esfuerzo de entendimiento: entendimiento entre representantes sobre asuntos de interés colectivo, y entendimiento de los argumentos del otro sin menosprecios ni etiquetados retóricos que unicamente inciden en una polarización irreconciliable.  

miércoles, 13 de julio de 2016

¿No hay dos sin tres?

Tras la celebración de las elecciones del 26J, fruto de la incapacidad de los diferentes actores y grupos representados para llegar a un acuerdo tras el 20D, ya hay fecha para unas posibles “terceras” elecciones: el 27 noviembre.
El escenario tras el 26J sigue siendo, al igual que tras el 20D, fraccionado. La representación parlamentaria preserva practicamente los mismos equilibrios aunque con diferencias. La derecha gobernante ha hecho valer su posición hegemónica para incidir, a través de un insistente “que viene el lobo” ( la izquierda radical) en la activación de su voto perdido el 20D: 137 diputados y diputadas frente a 85 de la siguiente formación política. La misma estrategia que le sirvió a Adolfo Suarez en 1979 frente al PSOE ( programa oculto) le ha valido al gobierno en funciones para seguir siendo la formación más votada, aunque ésto, en un sistema parlamentario, tiene la relevancia que tiene: si no se suman los apoyos suficientes, ninguna.
La segunda fuerza política fue el PSOE, que salvó los “trastos” frente a Unidos Podemos, que fue victima de su propia estrategia. El PSOE perdió 5 escaños y Unidos Podemos obtuvo los mismos que la suma de IU y Podemos el 20D.
El esfuerzo hecho para evitar el “sorpasso” por el PSOE se ha convertido en un boomerang que puede volverse en su contra. Todos miran hacia los socialistas exigiendo una toma de posición. El PP esperando que la responsabilidad institucional acabe decantando la decisión, Unidos Podemos enrocados en su objetivo de que el PSOE pase a la historia como la muletilla de la derecha y, por consiguiente, parte de un problema que (aparentemente) solo ellos pueden solucionar.
Ciudadanos sigue como el “pagafantas” necesario, intentando dar la imagen de nueva política, pero con el objetivo puesto en salvarse de la más que probable fagocitación definitiva por parte de su hermano mayor ( el PP). Preferirían pactar con el PSOE, pero saben que ésto ya no puede ser sin la participación de Unidos Podemos, algo que va contra su propia genética ideológica.
La situación vuelve a ser complicada, y pese a que todos descarguen sus culpas en el PSOE, es éste partido el que tiene en su mano una solución, de las posibles, para desbloquear el bucle electoral en el que hemos entrado.
Puede ( después de la ambigüedad del Secretario General tras su entrevista con Rajoy) abstenerse. Y ésta abstención, en beneficio de unas instituciones que precisan de una revisión profunda al no representar las ambiciones e inquietudes de la ciudadanía. En contra del programa socialdemócrata y con un serio riesgo de transformarse definitivamente en algo que nadie desea. Puede votar que no, y con ésto, representar a los millones de ciudadanos y ciudadanas que votaron por un cambio. Representar a la militancia y a los millones de votantes socialistas y, sobre todo, recuperar la confianza de los millones de votantes que la habían perdido en favor de otras opciones.
Existen posiciones que apelando a la responsabilidad creen que la solución es dejar gobernar en minoría al partido más votado, y luego está el parlamentarismo, que puede dar como resultado, que la suma de varios, alcance un gobierno que exprese con claridad la pluralidad de la ciudadanía agregada en las urnas: 188 (85+71+32 suman más que 137). Para ello, la izquierda, el centro izquierda y el centro derecha, deben ceder espacios al acuerdo, al diálogo y al consenso. Sin apriorismos, ejerciendo la representación encomendada en las urnas, pero concretando ese otro objetivo que igualmente las urnas han encargado: un gobierno.

En mi opinión, la extraordinaria solución que vivimos debe tener una culminación rápida, plural y sensata. Arrinconar la táctica partidaria y pensar que los cambios que se dicen querer, solo se podrán realizar desde el gobierno. Sin sorpassos y sin buscar culpables: gobernando para la mayoría.

miércoles, 6 de julio de 2016

Examen parcial.

Existe o se ha puesto de moda (mejor dicho), una nueva costumbre entre los representantes públicos: hacer balance. Y se hace, no desde el debate público, donde poder presentar datos y argumentos: se hace desde la parcialidad. O lo que es lo mismo: en defensa de una supuesta buena nota, aunque ésta sea una autoevaluación, si se quiere, intituitiva como mucho.

La intuición dice que la experiencia ha sido buena, pese a quien pese y pese a todo. Y esa misma intuición está guiada por un objetivo tácito: crear un relato en torno a los representantes políticos que, de alguna manera, apuntalen su posición obviando las debilidades, aunque se haga referencia a ellas de pasada.

Para evaluar la política realizada se precisan instrumentos analíticos, algo de lo que normalmente se prescinde. Estos, se sustituyen por una especie de prolongación de la campaña, ahora sustentada por actuaciones llevadas a cabo en una especie de curriculum que sirva de examen parcial. Pero este examen parcial debería poder ser auditado por la ciudadanía, algo que no será posible al asumir, aunque desde un talante presuntamente de humildad ( a diferencia de sus antecesores), que el estatus adquirido “por la fortuna de las sumas y restas electorales”, les confiere la posibilidad y la capacidad de autoevaluarse en nombre de la ciudadanía.

Pero esto importa poco a esa ciudadanía que asiste, entre indiferente y ausente ( si exceptuamos a una minoría que asiste, o entre la adhesión partidista o entre un hipotético activismo vecinal) a los acontecimientos o a la ausencia de éstos. El hecho de que cuestiones como el PGOU se aborde como “lleno de limitaciones”, no le dice nada a esa ciudadania indiferente aunque debería indicarle algunas cosas. Que se “presuma” de espiritu de consenso, cuando el bloque que elevó a los cielos institucionales al actual gobierno minoritario se rompió a los pocos meses, parece decirle poco a la ciudadanía silenciosa ( término acuñado en su acepción moderna por la derecha para referirse a todos aquellos que, con su inactividad cívica; al no asistir a manifiestaciones y similares, mostraban “explicitamente” su aceptación a las políticas desarrolladas). Poco parece decirle o poco significa para la ciudadanía que los cambios sustanciales no hayan llegado. Y sí, es cierto, no existe parálisis municipal. Y no existe simple y llanamente porque para la gestión diaria casi se podría prescindir de los representantes.

No obstante hay que ser honesto y reconocer algunas virtudes demostradas a lo largo del año de gobierno que ha pasado. Virtudes como la de ser personas cercanas, que aunque no sea una virtud política, si es valorada por la gente como algo deseable, aunque en ocasiones pueda ser solo una pose. Virtudes en cuanto a la posición frente a determinados asuntos, aunque esta posición suponga un más que evidente continuísmo respecto al anterior gobierno.


Y como muestra un botón: la piscina. Esta instalación será licitada para que una empresa haga negocio ( debe ser viable). Y esto, que en principio no es ni bueno ni malo ( una simple opción de gestión), denota ese cierto continuismo al que antes me refería al desechar la búsqueda de otras vías de gestión mixta o colaborada entre empresas privadas, colectivos sociales y administración, por ejemplo. La autolimitación es un serio condicionante, y éste se produce cuando se llega a una administración, a una institución “viciada” por décadas de gobierno personalista y caprichoso de la derecha y no se cambia casi nada en su funcionamiento interno: siguen apoyándose en las personas en las que la derecha confió plenamente más de veinte años. Y ésto, no me parece lógico. Y no quiero decir que se deba o se pueda prescindir de funcionarios públicos por su vinculación o “adhesión” partidista ( que los hay, y muy “vinculados”), simplemente que, como mínimo, el intento de abrir la administración de forma real y efectiva a la participación social, habría puesta en evidencia, por ejemplo, “sobresueldos” que siguen premiando a los que antes premió la derecha, por ejemplo.

PIM,PAM,PUN.

Todos apuntan al PSOE. Podemos reflexiona sobre su refundación en función del pragmatismo y no del idealismo, pero mira de reojo al PSOE. Ciudadanos, como buen “bisagra”, mira a un lado y a otro, pero fija su atención en sus antiguos socios de pacto. Y el resto de formaciones miran igualmente al PSOE esperando que les libre de la responsabilidad de tener que pactar o abstenerse para que el candidato del PP sea investido. Y que decir del PP: mira al PSOE, no como un socio necesario, sino pensando que, tácticamente podría hundir a su “archienemigo” en función de la razón de Estado. Esta postura, que ocultan tras la rimbombante “razón de estado”, no es más que una posición instrumental que persigue la total aniquilación del único partido que podría disputarle le hegemonía electoral. La derecha sabe que la izquierda, sin el PSOE, no será adversario electoral: no sumarán lo suficiente y la estrategia de lo “menos malo” podrá así seguir siendo útil para mantener el poder.

Podemos ha llegado a la conclusión, que el “frenazo” electoral ha sido debido a la estrategia del miedo. No han pensado que el eclecticismo ideológico haya podido dejar electores en casa, ni que la soberbia de su Gran Líder haya sido algo más que una piedra en el camino del deseado “sorpasso”. Sorpasso, que por cierto, y aunque sigan manteniendo el incomprensible argumento de que iba dirigido al pp, cada día está más claro para más gente que era un subterfugio táctico que perseguía a al “archienemigo” de las clases populares que ellos, en exclusiva, deseaban y decían representar.

Y el PSOE se debate en ese farragoso territorio del qué hacer y para qué. Algunas mentes preclaras del partido han apuntado posibles salidas “honrosas”, como que se vote que no, a excepción de algunos diputados: los suficientes para facilitar el gobierno en minoría del PP. Es mucho más sencillo: el Comité Federal, que representa a la militancia entre Congresos, acordó que no apoyaría ni “por activa ni por pasiva” en el anterior proceso de investidura. Ahora, el contexto ha variado y el partido socialista ha perdido votos y escaños, mientras la derecha los ha ganado. Le toca por lo tanto al PSOE, o transitar por un incierto desierto político y electoral, donde existen “peligros” que antes no existían, o intentar, en lo posible, reconstruir un proyecto que todavía ha demostrado tener apoyos entre la ciudadanía. Un proyecto valiente pero sensato, comprometido pero realista. Y todo esto frente a un adversario que inicia el particular proceso de transformación de movimiento a partido ( proceso que el PSOE recorrió hace 137 años), que dejará, con total seguridad, un reguero de huérfanos políticos y electorales al abandonar, en nombre del pragmatismo y la realidad, las máximas que hasta el día mantenía.

De Ciudadanos y el PP casi nada nuevo en el horizonte. El “bisagra” intentando restañar su hipotético espacio político y la derecha tradicional sacando pecho del resultado electoral, presentándose como la única solución ante el “populismo”( populismo que ellos ejercen mejor que nadie). Presentándose como los “creadores de empleo y estabilidad”, aunque ésta sea de mera supervivencia en la precariedad. Lo dicho: nada nuevo, a excepción si acaso de un mayor nivel de desapego de la ciudadanía hacia lo político, algo que, indudablemente, beneficia a las posiciones de la derecha populista y más que presuntamente corrupta.


Y sobre la corrupción, mucho tendríamos que hablar, aunque el primer paso debería ser individual: que cada ciudadano y ciudadana mire hacia sus adentros y analice cuantas veces ha justificado la “pequeña” corrupción; el incumplimiento “irrelevante” de leyes y normas como parte de esa particular cultura que, eufemísticamente definimos con el “somos así”.  

viernes, 1 de julio de 2016

De reflexiones posibles a dialogo de sordos.

Algunas cuestiones que me rondan por la cabeza: ¿los responsables políticos de analizar los resultados obtenidos por sus respectivas organizaciones, como la afrontan?,¿ con el animo de sobrevivir orgánica o institucionalmente, o con la voluntad de rectificar lo que sea necesario para recuperar la confianza de la ciudadanía?. A estas preguntas deben dar respuestas los representantes de las militancias de dos organizaciones que se han enfrentado de forma virulenta en las últimas elecciones del 26J.

Muchos y diversos son los argumentos para, o justificar el resultado o resaltarlo frente a la anunciada pero frustrada (solo en parte) catástrofe.

No es un secreto que la derecha gobernante ha utilizado el conocido y manido argumento del miedo a los “que vienen”. Sembrar la duda sobre las intenciones, más allá de lo que se diga en los programas o discursos, acusando o insinuando grandes males, es un argumento que ya conocemos. En 1919 Adolfo Suarez lo usó contra el PSOE, acusando a los socialistas de tener un “programa ocuto”. Esto propició una derrota y un debate interno sobre la utilidad de determinadas etiquetas para lograr llegar el poder ( el marxismo). Y en el PSOE se resolvió con un virage táctico que le situó en posición de lograr el gobierno, algo que se confirmó en 1982. Traición, adecuación o adaptación táctica, podrían ser definiciones aplicables, pero quedan para la libre elección en función de las ideas de cada cual.

Podemos, o Unidos Podemos se enfrenta a una situación bastante similar. La cuestión es cómo la abordará: si desde una adaptación o desde la justificación que estamos escuchando de los diferentes dirigentes de la coalición. Si los argumentos justificativos se imponen, el argumento del miedo, incluso del cansancio de los votantes podrán ser válidos. Pero no pueden obviar los virajes tácticos en las “etiquetas”: de ser los de “arriba y los de abajo” como definición trasversal, se ha pasado a recuperar el discurso sobre la contradicción estructura superestructura y a levantar simbolicamente el puño derecho. Algunos han podido ver que esa aparente radicalización ha dado combustible al argumento del miedo. ¿Como polítologos no lo habían previsto?.

En el PSOE, el discurso de la resistencia se enfrenta a la realidad: qué hacer y cómo hacerlo. Parece ser que los resultados son la enésima excusa de una parte del partido que vive instalada en la actitud cainíta cuyo objetivo sigue siendo hegemonizar el partido en función de equilibrios de familia. El PSOE dió la espalda a la emergencia de un movimiento que representaba y representa una brecha generacional, que a diferencia de las diferencias clásicas entre generaciones y los intereses contrapuestos, representan un sentimiento de derrota que convierte la presente brecha en irresoluble y necesitada de un giro radicalmente democrático. Esto no ha sido, o valorado suficientemente o tenido en cuenta como una realidad que ha venido para quedarse. El partido, o antepone los valores y principios que inspiran su propia existencia o se vuelve a enrocar en ese debate interiorista y orgánico dando la sensación de que a algunos y algunas les preocupa más su propia situación que la de un partido desinflado y que no ilusiona a los que lo siguen viendo como algo viejo, como una herencia a superar de un pasado que, en el presente, les niega el futuro a esos jóvenes que, aunque suficientemente preparados, se enfrentan a la desafección de un sistema que quieren cambiar por pura supervivencia.


El debate esta sobre la mesa. De sus conclusiones no depende únicamente la supervivencia de unos u otros, sino el futuro de muchos y muchas cuyos miedos, anhelos frustrados y desilusiones pueden llevarnos a una situación sin retorno si el “no nos representan” sigue vigente y nadie lo asume como reto y exigencia.