Todos apuntan al PSOE. Podemos
reflexiona sobre su refundación en función del pragmatismo y no del
idealismo, pero mira de reojo al PSOE. Ciudadanos, como buen
“bisagra”, mira a un lado y a otro, pero fija su atención en sus
antiguos socios de pacto. Y el resto de formaciones miran igualmente
al PSOE esperando que les libre de la responsabilidad de tener que
pactar o abstenerse para que el candidato del PP sea investido. Y que
decir del PP: mira al PSOE, no como un socio necesario, sino pensando
que, tácticamente podría hundir a su “archienemigo” en función
de la razón de Estado. Esta postura, que ocultan tras la rimbombante
“razón de estado”, no es más que una posición instrumental que
persigue la total aniquilación del único partido que podría
disputarle le hegemonía electoral. La derecha sabe que la izquierda,
sin el PSOE, no será adversario electoral: no sumarán lo suficiente
y la estrategia de lo “menos malo” podrá así seguir siendo útil
para mantener el poder.
Podemos ha llegado a la conclusión,
que el “frenazo” electoral ha sido debido a la estrategia del
miedo. No han pensado que el eclecticismo ideológico haya podido
dejar electores en casa, ni que la soberbia de su Gran Líder haya
sido algo más que una piedra en el camino del deseado “sorpasso”.
Sorpasso, que por cierto, y aunque sigan manteniendo el
incomprensible argumento de que iba dirigido al pp, cada día está
más claro para más gente que era un subterfugio táctico que
perseguía a al “archienemigo” de las clases populares que ellos,
en exclusiva, deseaban y decían representar.
Y el PSOE se debate en ese farragoso
territorio del qué hacer y para qué. Algunas mentes preclaras del
partido han apuntado posibles salidas “honrosas”, como que se
vote que no, a excepción de algunos diputados: los suficientes para
facilitar el gobierno en minoría del PP. Es mucho más sencillo: el
Comité Federal, que representa a la militancia entre Congresos,
acordó que no apoyaría ni “por activa ni por pasiva” en el
anterior proceso de investidura. Ahora, el contexto ha variado y el
partido socialista ha perdido votos y escaños, mientras la derecha
los ha ganado. Le toca por lo tanto al PSOE, o transitar por un
incierto desierto político y electoral, donde existen “peligros”
que antes no existían, o intentar, en lo posible, reconstruir un
proyecto que todavía ha demostrado tener apoyos entre la ciudadanía.
Un proyecto valiente pero sensato, comprometido pero realista. Y todo
esto frente a un adversario que inicia el particular proceso de
transformación de movimiento a partido ( proceso que el PSOE
recorrió hace 137 años), que dejará, con total seguridad, un
reguero de huérfanos políticos y electorales al abandonar, en
nombre del pragmatismo y la realidad, las máximas que hasta el día
mantenía.
De Ciudadanos y el PP casi nada nuevo
en el horizonte. El “bisagra” intentando restañar su hipotético
espacio político y la derecha tradicional sacando pecho del
resultado electoral, presentándose como la única solución ante el
“populismo”( populismo que ellos ejercen mejor que nadie).
Presentándose como los “creadores de empleo y estabilidad”,
aunque ésta sea de mera supervivencia en la precariedad. Lo dicho:
nada nuevo, a excepción si acaso de un mayor nivel de desapego de la
ciudadanía hacia lo político, algo que, indudablemente, beneficia a
las posiciones de la derecha populista y más que presuntamente
corrupta.
Y sobre la corrupción, mucho
tendríamos que hablar, aunque el primer paso debería ser
individual: que cada ciudadano y ciudadana mire hacia sus adentros y
analice cuantas veces ha justificado la “pequeña” corrupción;
el incumplimiento “irrelevante” de leyes y normas como parte de
esa particular cultura que, eufemísticamente definimos con el “somos
así”.
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