Tras la celebración de las elecciones
del 26J, fruto de la incapacidad de los diferentes actores y grupos
representados para llegar a un acuerdo tras el 20D, ya hay fecha para
unas posibles “terceras” elecciones: el 27 noviembre.
El escenario tras el 26J sigue siendo,
al igual que tras el 20D, fraccionado. La representación
parlamentaria preserva practicamente los mismos equilibrios aunque
con diferencias. La derecha gobernante ha hecho valer su posición
hegemónica para incidir, a través de un insistente “que viene el
lobo” ( la izquierda radical) en la activación de su voto perdido
el 20D: 137 diputados y diputadas frente a 85 de la siguiente
formación política. La misma estrategia que le sirvió a Adolfo
Suarez en 1979 frente al PSOE ( programa oculto) le ha valido al
gobierno en funciones para seguir siendo la formación más votada,
aunque ésto, en un sistema parlamentario, tiene la relevancia que
tiene: si no se suman los apoyos suficientes, ninguna.
La segunda fuerza política fue el
PSOE, que salvó los “trastos” frente a Unidos Podemos, que fue
victima de su propia estrategia. El PSOE perdió 5 escaños y Unidos
Podemos obtuvo los mismos que la suma de IU y Podemos el 20D.
El esfuerzo hecho para evitar el
“sorpasso” por el PSOE se ha convertido en un boomerang que puede
volverse en su contra. Todos miran hacia los socialistas exigiendo
una toma de posición. El PP esperando que la responsabilidad
institucional acabe decantando la decisión, Unidos Podemos enrocados
en su objetivo de que el PSOE pase a la historia como la muletilla de
la derecha y, por consiguiente, parte de un problema que
(aparentemente) solo ellos pueden solucionar.
Ciudadanos sigue como el “pagafantas”
necesario, intentando dar la imagen de nueva política, pero con el
objetivo puesto en salvarse de la más que probable fagocitación
definitiva por parte de su hermano mayor ( el PP). Preferirían
pactar con el PSOE, pero saben que ésto ya no puede ser sin la
participación de Unidos Podemos, algo que va contra su propia
genética ideológica.
La situación vuelve a ser complicada,
y pese a que todos descarguen sus culpas en el PSOE, es éste partido
el que tiene en su mano una solución, de las posibles, para
desbloquear el bucle electoral en el que hemos entrado.
Puede ( después de la ambigüedad del
Secretario General tras su entrevista con Rajoy) abstenerse. Y ésta
abstención, en beneficio de unas instituciones que precisan de una
revisión profunda al no representar las ambiciones e inquietudes de
la ciudadanía. En contra del programa socialdemócrata y con un
serio riesgo de transformarse definitivamente en algo que nadie
desea. Puede votar que no, y con ésto, representar a los millones de
ciudadanos y ciudadanas que votaron por un cambio. Representar a la
militancia y a los millones de votantes socialistas y, sobre todo,
recuperar la confianza de los millones de votantes que la habían
perdido en favor de otras opciones.
Existen posiciones que apelando a la
responsabilidad creen que la solución es dejar gobernar en minoría
al partido más votado, y luego está el parlamentarismo, que puede
dar como resultado, que la suma de varios, alcance un gobierno que
exprese con claridad la pluralidad de la ciudadanía agregada en las
urnas: 188 (85+71+32 suman más que 137). Para ello, la izquierda, el
centro izquierda y el centro derecha, deben ceder espacios al
acuerdo, al diálogo y al consenso. Sin apriorismos, ejerciendo la
representación encomendada en las urnas, pero concretando ese otro
objetivo que igualmente las urnas han encargado: un gobierno.
En mi opinión, la extraordinaria
solución que vivimos debe tener una culminación rápida, plural y
sensata. Arrinconar la táctica partidaria y pensar que los cambios
que se dicen querer, solo se podrán realizar desde el gobierno. Sin
sorpassos y sin buscar culpables: gobernando para la mayoría.
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