Los resultados han puesto
en evidencia, de alguna manera, la capacidad de las encuestas para
crear tendencias. Se había dado por muerto (y enterrado) al PSOE, y
ahí está, aguantando. Cinco diputados y diputadas menos, el peor de
los peores resultados, no por el PSOE en sí, sino porque la suma de
diputados, más los de los auto llamados a ocupar el espacio
socialdemócrata se han quedado en un mero intento, pese a los augurios
que los aupaban a ser la nueva izquierda, y esto impide que un
acuerdo de progreso sea muy, pero que muy complejo.
El acuerdo entre los
ochenta y cinco diputados del PSOE más los setenta y uno de
Unidos-Podemos precisarían de la suma de un complicado conglomerado
de siglas, intereses y estrategias. El escenario es de difícil
encaje. No tanto para la derecha, que pese a todo (corrupción,
conspiración ministerial, etc) ha impuesto en una gran parte de la
ciudadanía el discurso de “que viene el rojo”. Le ha sido útil
ponerse de lado y dejar que otros se desangren en debates
partidarios.
Como decía, el escenario
es complejo, no solo para la formación de un gobierno de cambio,
trasversal y reformista (que intentó de forma, aunque responsable,
poco hábil el PSOE), sino porque en las formaciones del arco
progresista subsiste un ánimo cainita poco dispuesto a asumir los
errores propios y sí a culpar al de al lado de todos los errores,
incluso de los propios. Y, hay que sumar a todo ésto, las posibles
crisis que se puedan abrir en los partidos cuyas perspectivas no se
han cumplido o que han obtenido un pírrico resultado que permite
únicamente respirar aliviado por no haberse cumplido los augurios.
Esas crisis pueden variar personas y estrategias, y habrá que
esperar a que se aclare el panorama en los partidos condenados a
entenderse. Y habrá que esperar a que la responsabilidad supere al
personalismo, pues el futuro ya no será nunca lo que muchos querían
que siguiera siendo. La socialdemocracia, la histórica y la que se
autodenomina nueva, tienen un camino que seguir, y seguramente será
paralelo, divergente pero coincidente.
El PSOE debe empezar a
asumir sus errores y Unidos-Podemos dejar de aspirar a hacer
desaparecer al PSOE. Si no es así, y los personalismos se imponen, y
no solo eso, sino que condicionan emotivamente a los y las
militantes, poco camino se andará y mucho espacio se le dejará a
la derecha para que siga gobernando a golpe de sacrificios para
muchos y privilegios para unos pocos.
La socialdemocracia y la
izquierda más radical deben dejar de odiarse y escucharse.
Seguramente para ello, los obstáculos tengan nombre y apellidos.
Pero paralelamente a ésto, la actitud de los que nos decimos de
izquierdas debe cambiar, debe moderarse en el intento de imponernos
al otro, entender argumentos y compartir coincidencias. De lo
contrario, poco camino se andará.
Parece que las posiciones
moderadas aceptan el estatus quo, acatan la realidad sin querer
cambiarla, pero no es así. Los que hemos llegado a posiciones más
moderadas, donde el simbolismo ha dejado paso al pragmatismo queremos
cambiar las cosas, pero desde el posibilismo que integre y no
excluya. Hemos dejado atrás los relatos revolucionarios que tan poco
prácticos son para transformar las cosas y aceptado que, ni los
malos son tan malos, ni los buenos unos santos: los siete millones de
votantes de la derecha no son unos idiotas, ni unos corruptos. Son
quizá víctimas de una cultura que habrá que cambiar; con trabajo,
con esfuerzo, contención e inteligencia.
Todos y todas son
necesarios pero nadie es imprescindible. Las personas pasan, las
ideas y las políticas perduran: ese debe ser nuestro objetivo.
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