Muchos son(somos) los atrevidos
que, a las opiniones sobre los resultados de las elecciones generales del 26J,
les llamamos análisis. Realmente son eso: opiniones. Opiniones que en mayor o
menor grado parten, en gran medida, de impresiones personales cargadas de prejuicios,
por lo que la palabra análisis no parece la apropiada. Para analizar un hecho
como las elecciones, deberíamos partir de datos: datos comparados de las
elecciones ( no solo de las últimas, sino de alguna más), ponderación de
resultados en función de la aparición o desaparición de nuevos actores,
coaliciones, etc. Deberíamos contar también con las encuestas, no solo las
preelectorales, sino las elaboradas anteriormente en las que las opiniones no
son solo referentes a una declarada o no intención de voto. Deberíamos contar
con datos para construir hipótesis, pues de lo contrario, lo que emitimos son
meras opiniones, con mayor o menor acierto, con un sesgo más acentuado o no,
pero donde la emotividad ( prejuicio) juega un papel claramente condicionante de
ese supuesto análisis.
Y analizar los datos de las
últimas elecciones es complicado y arduo. Deberíamos recopilar históricos sobre
intención de voto declarada y directa y sus variaciones en las urnas.
Tendríamos que compararlos con las opiniones de la ciudadanía en encuestas
diversas sobre cuestiones como la corrupción, la valoración de líderes y
partidos, la graduación de importancia en problemas percibidos, etc. No es
fácil. Evidentemente, es relativamente fácil emitir una opinión, aunque
emitirla con una mínima argumentación equilibrada entre la lógica y lo emotivo
es igualmente complejo y al alcance de muy pocos ( no me cuento entre ellos
pero los hay).
La única conclusión, con los
datos en la mano es que, el PP ha sido el más votado. Ahora habrá que analizar
sosegadamente la motivación de éste voto que no se ha visto condicionado por
los diferentes casos de corrupción (por ejemplo el País Valencià). Sin
descalificaciones facilonas ( algo a lo que somos muy dados), porque una parte
de esos votantes, ni son curas, ni son aristócratas, ni son banqueros: son
personas normales que han tomado una decisión en función de diferentes
motivaciones. Y habrá que analizar esas motivaciones para incidir en
propuestas, políticas y discursos que, desde la pedagogía, reste seguidores y
votantes para sumarlos a la causa que defendamos, sea la que sea. El PSOE ha
obtenido el peor resultado de la historia. Esta frase lapidaria se oye por
todas partes. Y el resultado, cuantitativamente es muy malo, pero el contexto
no es el mismo que el de hace, por ejemplo, ocho años ( ni social, ni económico
ni político). Analizar la perdida o fuga de votantes es una reflexión que se
debería realizar sin perder tiempo. Unidos-Podemos ha obtenido, pese a los
mismos resultados, más de un millón de votos menos. El análisis a la defensiva
sobre el “discurso del miedo” no es suficiente. Hacen bien en plantear un
estudio serio sobre el porqué el mensaje no ha llegado o ha llegado los
suficientemente distorsionado como para restar ( ni sumar, ni multiplicar).
Ciudadanos ha sufrido una fuga de voto hacia su derecha y deberá analizar cómo
consolidar un espacio todavía aparentemente débil.
En definitiva, todos tienen que
analizar los datos que les han dado una representación parlamentaria
determinada, pero sin olvidar que, tan importante como la representatividad en
nuestro sistema político, es la formación de gobierno. Y si se cumpliese el
dicho popular de “no hay dos sin tres”, muchos análisis sufrirían la prueba de
la evaluación ciudadana, pero desde el cansancio y el hastío hacia un sistema
que antepone intereses partidistas a los de la ciudadanía. ¿Cuáles son éstos?.
No voy (hoy al menos) a mojarme: los que cada uno entienda que sean, a
sabiendas de que, ni son unánimes, ni generales estrictamente, pese a que así
se afirme.
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