Que existan diferencias,
discrepancias e incluso tensiones en los gobiernos surgidos de las urnas el 15
de mayo de 2015 es algo normal. En definitiva son personas de diferente
procedencia política y con diferentes visiones de la vida y la política. Pero
el mandato de entendimiento que la ciudadanía transmitió a través de su voto,
no se refería únicamente a la hora de repartirse el poder, sino en el gobierno,
en la toma de decisiones.
En muchos de éstos gobierno lo
que se hizo fue la elaboración de un acuerdo de mínimos o incluso de
intenciones que sustentase un gobierno plural encargado de pasar página a
tantos lustros de gobierno del pp. Y éstos acuerdos de mínimos o de principios
sirvieron para sacar del gobierno a una derecha sospechosa de demasiadas cosas,
que había convertido el ejercicio del poder en un acto de nepotismo y
clientelismo institucionalizado, donde la ciudadanía había pasado a un tercer o
cuarto plano.
Los problemas eran más que
previsibles, pero ante éstos, solo cabía aplicar o retomar el mandato de las
urnas: dialogo. Pero la lectura parece ser otra: el ejercicio del poder institucional
más rancio. Pongamos dos ejemplos.
En el caso del Ayuntamiento de
Alicante, los enfrentamientos “online” están sustituyendo los mecanismos de
diálogo. Cada partido; cada organización se hace fuerte en su estatus y lo
defiende contra el “adversario” interno sin atender al interés del acuerdo de
cambio. En el de El Campello, el Alcalde ejerce sus competencias en un
ejercicio presuntamente “ejemplarizante” como reacción a los “chantajes” ( del
pp por un lado y supuestamente ante la advertencia de desequilibrios posibles
ante el abandono del gobierno por parte de un concejal que hasta el día forma
parte del “tripartito”). En el primer caso, se “anima” a un concejal a dimitir
ante la discrepancia. En el segundo, se advierte que pase lo que pase las
posiciones son inamovibles. En ambos casos se comparte una torpeza política:
considerarse “poder” sin atender, ni a los equilibrios institucionales ni a los
objetivos del cambio que pretendieron liderar.
En ambos casos se antepone la
defensa del estatus adquirido frente a la deseable actitud de reflexión sobre
los objetivos.
En mi modesta opinión, el mensaje
que quisieron transmitir las urnas no se refería únicamente a la necesidad de
un acuerdo que desalojara del poder a la derecha, sino que éste valor ( el del
acuerdo) debía estar presente en la toma de decisiones. Para ello hay instrumentos que deberían
ponerse sobre la mesa, como por ejemplo algún tipo de comisión o grupo dedicado
a resolver conflictos, con el compromiso de todos los actores en liza a aceptar
los dictámenes o decisiones de dichos grupos ( grupos que deberían estar
conectados, de alguna manera con la sociedad civil local para servir no solo de
órgano de resolución de conflictos, sino de transmisor oficioso de opiniones de
la realidad social).
Me gustaría pensar que los
partidos que sustentan a los gobiernos dedican tiempo y esfuerzo a apoyar la
labor de los nuevos representantes, ¿o no?. Seguramente no depende de los militantes
de los partidos, sino de la voluntad de apostar por la horizontalidad orgánica
de los propios representantes, siempre y cuando superen un peligroso virus que
les hace situarse, de alguna manera, en una dimensión y un estatus diferente y
diferenciado, olvidando que su cargo depende de la decisión de la militancia y
de la ciudadanía.
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