sábado, 14 de mayo de 2016

TODOS TIENEN LA CULPA, PERO NINGUNO ES CULPABLE.

Que existan diferencias, discrepancias e incluso tensiones en los gobiernos surgidos de las urnas el 15 de mayo de 2015 es algo normal. En definitiva son personas de diferente procedencia política y con diferentes visiones de la vida y la política. Pero el mandato de entendimiento que la ciudadanía transmitió a través de su voto, no se refería únicamente a la hora de repartirse el poder, sino en el gobierno, en la toma de decisiones.
En muchos de éstos gobierno lo que se hizo fue la elaboración de un acuerdo de mínimos o incluso de intenciones que sustentase un gobierno plural encargado de pasar página a tantos lustros de gobierno del pp. Y éstos acuerdos de mínimos o de principios sirvieron para sacar del gobierno a una derecha sospechosa de demasiadas cosas, que había convertido el ejercicio del poder en un acto de nepotismo y clientelismo institucionalizado, donde la ciudadanía había pasado a un tercer o cuarto plano.
Los problemas eran más que previsibles, pero ante éstos, solo cabía aplicar o retomar el mandato de las urnas: dialogo. Pero la lectura parece ser otra: el ejercicio del poder institucional más rancio. Pongamos dos ejemplos.
En el caso del Ayuntamiento de Alicante, los enfrentamientos “online” están sustituyendo los mecanismos de diálogo. Cada partido; cada organización se hace fuerte en su estatus y lo defiende contra el “adversario” interno sin atender al interés del acuerdo de cambio. En el de El Campello, el Alcalde ejerce sus competencias en un ejercicio presuntamente “ejemplarizante” como reacción a los “chantajes” ( del pp por un lado y supuestamente ante la advertencia de desequilibrios posibles ante el abandono del gobierno por parte de un concejal que hasta el día forma parte del “tripartito”). En el primer caso, se “anima” a un concejal a dimitir ante la discrepancia. En el segundo, se advierte que pase lo que pase las posiciones son inamovibles. En ambos casos se comparte una torpeza política: considerarse “poder” sin atender, ni a los equilibrios institucionales ni a los objetivos del cambio que pretendieron liderar.
En ambos casos se antepone la defensa del estatus adquirido frente a la deseable actitud de reflexión sobre los objetivos.
En mi modesta opinión, el mensaje que quisieron transmitir las urnas no se refería únicamente a la necesidad de un acuerdo que desalojara del poder a la derecha, sino que éste valor ( el del acuerdo) debía estar presente en la toma de decisiones.  Para ello hay instrumentos que deberían ponerse sobre la mesa, como por ejemplo algún tipo de comisión o grupo dedicado a resolver conflictos, con el compromiso de todos los actores en liza a aceptar los dictámenes o decisiones de dichos grupos ( grupos que deberían estar conectados, de alguna manera con la sociedad civil local para servir no solo de órgano de resolución de conflictos, sino de transmisor oficioso de opiniones de la realidad social).

Me gustaría pensar que los partidos que sustentan a los gobiernos dedican tiempo y esfuerzo a apoyar la labor de los nuevos representantes, ¿o no?. Seguramente no depende de los militantes de los partidos, sino de la voluntad de apostar por la horizontalidad orgánica de los propios representantes, siempre y cuando superen un peligroso virus que les hace situarse, de alguna manera, en una dimensión y un estatus diferente y diferenciado, olvidando que su cargo depende de la decisión de la militancia y de la ciudadanía.

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