miércoles, 19 de marzo de 2014

Y, DESPUÉS DEL 22, ¿QUÉ?


La alternativa a la “mayoría silenciosa” es ser y formar parte de ese sector de la sociedad que se enfrenta a las políticas austericidas de la derecha gobernante con el instrumento de la movilización. En mi opinión, una movilización necesaria, pero que por la ausencia de una verdadera estrategia, se convierte en simbólica y, por ende, poco practica. Me explico.

Evidentemente, el 22 es necesario que la masiva movilización de trabajadores y trabajadoras muestre al Gobierno de la derecha que se está, no en desacuerdo, sino absolutamente enfrentado, no solo a las medidas políticas y económicas, sino al funcionamiento de las instituciones y en esa toma de distancia del pueblo pretende legitimarlas, pero solo de forma normativa. Deberían tomar nota, pero no solo ellos (el gobierno), sino los partidos de la oposición de izquierdas ( alguno de ellos no solo no apoya, sino que ha criticado la convocatoria por ser, en su opinión, fruto de una acción radical y antisistema).

No obstante, tanto en esta ocasión como en otras (huelgas generales, otras marchas sobre Madrid, manifestaciones unitarias en Alicante, etc.) mantengo la opinión que, de forma aislada, la movilización no cumple con la totalidad de objetivos que se mantienen. Me explico.

Existe claramente un imaginario que se impone a través de la emotividad, y en este caso, la necesidad de sentirse parte de ese sector beligerante, induce a participar como si éste fuera el elemento final de la estrategia cuando tendría que ser un instrumento más en una secuencia planificada para concretar una oposición política y social al sistema. Los sindicatos (los mayoritarios por su burocratización y los alternativos por su intento de aglutinar sentimientos de frustración, pero con poca trascendencia a la vida social, desgraciadamente) juegan un papel clave en la “desmovilización” dentro de la movilización: la renuncia a una estrategia continuada y más concreta en lo territorial ( con una vertebración con movimientos más amplios que desembocasen en una masiva acción colectiva) hace que determinados actos reivindicativos necesarios y oportunos, se conviertan en meras reivindicaciones de fe.

Evidentemente, soy consciente de que la discrepancia en cuanto a objetivos y métodos propicia inmediatamente un rechazo en los sectores que abanderan los movimientos de protesta, porque en torno a los mismos se ha creado una especie de “lealtad necesaria e inquebrantable”, donde la reflexión crítica tiene poca o nula cabida, siendo interpretada como una especie de “disidencia”, lo cual convierte al discrepante en un “enemigo de clase”, cuando es todo lo contrario ( o al menos debería). Pero no por ello voy a seguir dando mi opinión respecto a lo que pienso: desde el apoyo ideológico pero desde la discrepancia estratégica.

Por último, señalar únicamente que, los mismos que gritan a favor de la unidad, lo hacen a favor de la unidad en torno a sus propios intereses ( ideológicos, burocráticos, etc), pero considerando a los que caminan enarbolando otros símbolos como adversarios a los que necesariamente hay que derrotar igualmente. La reflexión no es una virtud de la sociedad, y el movimiento político alternativo (y necesario) es, en demasiadas ocasiones, ejemplo de ello.


Espero y deseo que la marcha a Madrid sea un éxito. Espero que la integridad física de los participantes sea respetada por las fuerzas que protegen el sistema contra los “desordenes” de la discrepancia. Pero también espero que tras la movilización se sienten las bases para una estrategia verdaderamente unitaria, duradera ( el enemigo no es solo el que gobierna, sino el sistema mismo que lo mantiene) y efectiva, donde lo pequeño complemente lo masivo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario