La alternativa a la “mayoría silenciosa” es ser
y formar parte de ese sector de la sociedad que se enfrenta a las políticas
austericidas de la derecha gobernante con el instrumento de la movilización. En
mi opinión, una movilización necesaria, pero que por la ausencia de una
verdadera estrategia, se convierte en simbólica y, por ende, poco practica. Me
explico.
Evidentemente, el 22 es necesario que la masiva
movilización de trabajadores y trabajadoras muestre al Gobierno de la derecha
que se está, no en desacuerdo, sino absolutamente enfrentado, no solo a las
medidas políticas y económicas, sino al funcionamiento de las instituciones y
en esa toma de distancia del pueblo pretende legitimarlas, pero solo de forma normativa. Deberían tomar nota, pero
no solo ellos (el gobierno), sino los partidos de la oposición de izquierdas (
alguno de ellos no solo no apoya, sino que ha criticado la convocatoria por
ser, en su opinión, fruto de una acción radical y antisistema).
No obstante, tanto en esta ocasión como en
otras (huelgas generales, otras marchas sobre Madrid, manifestaciones unitarias
en Alicante, etc.) mantengo la opinión que, de forma aislada, la movilización
no cumple con la totalidad de objetivos que se mantienen. Me explico.
Existe claramente un imaginario que se impone a
través de la emotividad, y en este caso, la necesidad de sentirse parte de ese
sector beligerante, induce a participar como si éste fuera el elemento final de
la estrategia cuando tendría que ser un instrumento más en una secuencia
planificada para concretar una oposición política y social al sistema. Los
sindicatos (los mayoritarios por su burocratización y los alternativos por su
intento de aglutinar sentimientos de frustración, pero con poca trascendencia a
la vida social, desgraciadamente) juegan un papel clave en la “desmovilización”
dentro de la movilización: la renuncia a una estrategia continuada y más
concreta en lo territorial ( con una vertebración con movimientos más amplios
que desembocasen en una masiva acción colectiva) hace que determinados actos
reivindicativos necesarios y oportunos, se conviertan en meras reivindicaciones
de fe.
Evidentemente, soy consciente de que la
discrepancia en cuanto a objetivos y métodos propicia inmediatamente un rechazo
en los sectores que abanderan los movimientos de protesta, porque en torno a
los mismos se ha creado una especie de “lealtad necesaria e inquebrantable”,
donde la reflexión crítica tiene poca o nula cabida, siendo interpretada como
una especie de “disidencia”, lo cual convierte al discrepante en un “enemigo de
clase”, cuando es todo lo contrario ( o al menos debería). Pero no por ello voy
a seguir dando mi opinión respecto a lo que pienso: desde el apoyo ideológico
pero desde la discrepancia estratégica.
Por último, señalar únicamente que, los mismos
que gritan a favor de la unidad, lo hacen a favor de la unidad en torno a sus
propios intereses ( ideológicos, burocráticos, etc), pero considerando a los
que caminan enarbolando otros símbolos como adversarios a los que
necesariamente hay que derrotar igualmente. La reflexión no es una virtud de la
sociedad, y el movimiento político alternativo (y necesario) es, en demasiadas
ocasiones, ejemplo de ello.
Espero y deseo que la marcha a Madrid sea un éxito.
Espero que la integridad física de los participantes sea respetada por las
fuerzas que protegen el sistema contra los “desordenes” de la discrepancia. Pero
también espero que tras la movilización se sienten las bases para una
estrategia verdaderamente unitaria, duradera ( el enemigo no es solo el que
gobierna, sino el sistema mismo que lo mantiene) y efectiva, donde lo pequeño
complemente lo masivo.
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