Me refiero, al término fetiche en su afección como
objeto que trae suerte: amuleto. Los partidos políticos, fundamentalmente del
arco social de la izquierda, parece que han encontrado respuesta a las
reivindicaciones ciudadanas, cuando lo que han encontrado, en mi opinión, es un
argumento para revivir su maltrecha imagen ante la ciudadanía: la ciudadanía,
en su exigencia legítima de más democracia, lo que pide, además de que los
partidos que, en principio la sustentan tengan practicas más democráticas, es
que las instituciones que las representan también las tengan. Cuestiones como
las listas abiertas en el ámbito electoral, la posibilidad de revocación de los
cargos públicos, la rendición directa de cuentas, la reforma de la ley
electoral, etc, forman parte de una agenda que, pese a las primarias, está
todavía pendiente de abordar.
No obstante, tengo que decir que las primarias
sí son un avance. Aunque pensemos que la cultura instalada mayoritariamente en éste
país ( y digo pueblo o comunidad) es de bastante apática, con lo que habrá que
seguir avanzando en éste instrumento de democracia, mejorándolo y normalizándolo
en la vida cotidiana de la ciudadanía.
Evidentemente, que no solo se elija a un
candidato, sino a una lista de forma directa es mucho más interesante. En el
caso de un candidato, pensemos que será éste y la dirección del partido a que
representa la que designarán la lista cerrada con la que concurrirán a las
elecciones, lo cual resta credibilidad a la apuesta por una mayor democracia. En
éste caso, se centra, de forma absolutamente presidencialista, en una persona
en detrimento de la necesaria pluralidad, de ahí que para muchos se convierta
el término y la practica en su fetiche para demostrar que se cree en la
democracia aunque solo sea un instrumento, más propagandístico que democrático.
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