lunes, 31 de marzo de 2014

COMPETENCIAS Y APETENCIAS.

No hace mucho podíamos leer que el Ayuntamiento, o sea, el Gobierno municipal, “congelaba” las ayudas al transporte para jóvenes que cursaran sus estudios fuera de la localidad, para estudiar si las “competencias” que establece la nueva legislación local lo permite o no. Hora, haciendo uso de las competencias (¿seguro?), eleva al Pleno Municipal, o sea, el foro donde todos y todas los campelleros y campelleras estamos representados, una moción de apoyo a la ampliación del centro religioso. Los argumentos del Alcalde merecen una respuesta clara: la educación no es una mercancía, por lo que no cabe la palabra “oferta”; en todo caso podría haberse referido a que, de esta manera, se ampliaban las oportunidades, cosa que tampoco es cierta, pues solo se refiere, a la oportunidad para quien pueda pagarla. No obstante, y a la vista de que después de la supresión de dos líneas en el CEIP y del centro número cinco, ¿no cree que la “oferta” se reducía? (hablamos de centros públicos donde la educación es gratuita).

La opción de, teniendo o sin tener competencias, elevar una moción de apoyo a la ampliación del colegio religioso expresa una opción clara del actual gobierno; expresa una opción política. Y esta opción política ha sido contestada por la comunidad educativa local ( la pública) con una protesta que, o mucho me equivoco, o no tendrá ninguna repercusión, aunque debiera.

La opción de apoyar la educación privada es uno de los rasgos definitorios de la derecha política, y los padres y madres deberían tenerlo muy en cuenta, al igual que las palabras del Alcalde: oferta ( entiende la educación y, por ende a los educandos como una mercancía). No tener este “pequeño” detalle en cuenta es volver a disculpar a los que dirigen el Ayuntamiento, porque total, ¡una nimiedad!. No es así.

En algún momento, los padres y madres, sometidos a una presión laboral y socioeconómica insoportable, entenderán que la primera y más genuina expresión de dominación que el sistema ejerce es en la educación. La “legitimidad” (expresada en las urnas) de los gobiernos, les dan la posibilidad de influir directamente en la ignorancia del futuro, precarizando la enseñanza del presente, algo que influirá claramente, no solo en las oportunidades que nuestros hijos e hijas tendrán, sino en que se construirán ( junto con el terror económico y social propio de una superestructura que ejerce su poder de coerción de modo indirecto a través de una violencia diferida en el tiempo) generaciones de “consumidores” sumisos, frente a ciudadanos y ciudadanas responsables y críticos, algo que el sistema no puede consentir, pues su estatus peligraría.

Esa opción, en apariencia tan “sin importancia”, expresa un modo de pensar que hay que combatir. Si no se hace, si no nos enfrentamos a los que quieren seguir apretando la soga en torno a la vida de los trabajadores y trabajadoras no tendremos derecho a llamarnos ciudadanos y ciudadanas, nos habremos convertido en sumisos y resignados, y lo peor, habremos ( de hecho ya lo estamos haciendo) condenado a nuestros hijos a la sumisión y la resignación.

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